La misión encomendada no era fácil. Myself, Bond. James Bond alias Karl, acompañado por otros agentes del MI-5: Joseph Ero y Vladimir Iusovski (Yuso), antiguo agente de la KGB despedido después de un extraño viaje turístico por Suiza, Austría y Chequia, debiamos desplazar clandestinamente por el río Ésera a un conglomerado de refugiados de diversas procedencias: vascos, canadienses y algún que otro cuya nacionalidad no pude averiguar a ciencia cierta.
Las condiciones ambientales no eran óptimas y sabíamos que sólo el duro entrenamiento y la experiencia adquirida en múltiples misiones nos podría garantizar el éxito. La temperatura ambiental rondaba los 11 grados y el caudal del río los 50-55 m3.
Sin dudar ni un momento acomodamos a los refugiados y tomamos el mando de nuestras respectivas embarcaciones. Joseph y Vladimir conducian unos rafts de última generación con válvulas de aleacion titanio/circonio y yo me conformé con una Dagger Juice -regalo de mis amigos de la CIA- a la que Q, sin saberlo yo, había dotado de un dispositivo que me fué de muchísima utilidad posteriormente.
No faltaba tampoco en mi equipo un calientacocos Robson ni las sempiternas gafas rojas, regalo de la espía que me amó en los tiempos de la guerra fría, ahora con recubrimento nanotecnológico antifog.
La primera parte del descenso pasó sin pena ni gloria exceptuando a Iusovski que estuvo a punto de tener que pagar las consabidas Guinness, en un increible surf en rulo.
Afrontamos las temidas "Pyramids", con un ambiente cada vez más frio dado que empezamos la aventura bastante tarde, 13,30 horas, ya que algunos habian estado de servicio la noche anterior. Tuve por ello que abandonar mi "relax style" que consiste en remar lo menos posible y pasar al "mode active" que consiste esencialmente en palear con fuerza y abordar las trayectorias con cierta anticipación para no caer en las garras de los rulos aviesos.
Aunque parezca extraño y a pesar de las miles de pruebas, exámenes y tests psicológicos que pasamos los agentes con licencia para matar, siempre nos queda alguna superstición o creencia irracional que nos la puede jugar en un momento determinado. La mía y que ha sido verificada cientos de veces es que si que el agente que me precede es Joseph Ero, algo jodido me va a pasar. Como efectivamente por enésima vez así sucedió, voy a considerar ese pensamiento como un hecho consumado y será la última vez que hago caso omiso a mi presentimiento.
Después de pasar sin problemas los dos rulos comedores o gradas, estaban altitos los muy cabrones, enfilé la chicane por la derecha, demasiado a la derecha con lo que salte el piedrolo cubierto y el rulo de debajo me tumbó en candeleta incompleta para la izquierda.
Es bastante difícil esquimotear en ese lugar y con caudal, mucha espuma y las corrientes entrecruzadas y succionadoras submarinas te hacen difícil mantenerte en el barco o sujetar la pala. O caes ya con el esquimo casi preparado o mejor aguantar un ratillo a pasar las turbulencias. Eso hice, saque un momentín la cabeza para coger aire pero sin intentar el esquimo completo y esperé hasta que la cosa se calmara.
Con lo que no contaba es que la corriente me condujera hasta el temido piedrolo "Avena kinesia" y me estampó contra él. Me llevé un ligero morrazo que no tuvo consecuencia alguna ya que tengo la nariz pequeña y la visera del casco amortiguó el golpe. Lo más grave es que perdí la pala, no sé muy bien la causa, pero supongo que se debió a que golpeé con ella también la piedra y se me escapó.
Bueno, llegado a este momento el atento lector de mis otras entradas del blog ya supondrá lo que iba a pasar después: nadada, pala rota o perdida. NEGATIVO que los carnés del MI-5 no los regalan XDDDDDDDDDDD. El barco se desplazó completamente perpendicular a la corriente y entró en un rulo mediano, dónde entro en funcionamiento el "automatic esquimo roll device" diseñado por Q que con un pequeña ayuda de mis manos and body me permitió volver a la superficie y gracias mi destreza para remar solamente con las manos logre terminar la parte final del rápido y entrar en contra dónde Iusovski me arrolló con el raft; menos mal que esa vez no tuve que utilizar el invento anterior -tarda un poco en volver a cargarse- y la solidaridad entre agentes funcionó, agarrándome del chaleco para volver a la superficie y devolviéndome la pala intacta.
Sin más finalizamos el descenso, salvamos a los refugiados y luego de una pequeña ducha caliente - ya andábamos por los 6 grados- rodeados de bellas y complacientes mujeres tomámos una comida-merienda-cena italiana no tan sofísticada como la de la boda del ciencielogo Tom Cruise, pero mucho más sabrosa. Macarroni alla longanizza di Graus.
P.D.
Que nadie se lo cree? No hay fotos ya que era una misión secreta, pero el suceso puede ser verificado testimonialmente.
